Día 2
Al día siguiente, exploramos los talleres enfocados en el medio ambiente, buscando una convergencia entre las luchas feministas y ambientalistas, lo que parece difícil. Sin embargo, las pláticas son ricas en enseñanzas.
Un grupo de madres de Ituzaingo, ubicada cerca de Córdoba, declaran sobre su situación durante un taller. Luchan en contra de la fumigación (liberación de pesticidas y gases contaminantes) que supone malformaciones y enfermedades graves entre lxs niñxs.
Esta problemática tiene mucha importancia en Argentina. Son numerosas las regiones contaminadas por megaproyectos y la agricultura intensiva (especialmente la soja) y las consecuencias sanitarias hacen centenas de miles de víctimas cada año. Los pueblos originarios son entre las primeras víctimas de esta situación. Una larga parte de estas comunidades viven de hecho arriba de napas de petróleo y de gas y sufren una represión feroz cuando tratan de defenderse de la expropiación o contaminación de sus tierras. Las mujeres de estas comunidades reprochan a los movimientos feministas de olvidarlas, y les piden apoyo y solidaridad.
Es finalmente durante el último taller que la discusión aborda un análisis ecofeminista de las luchas socioambientales. La constatación es la siguiente: las mujeres son las primeras afectadas por conflictos socioambientales, en el sentido que aquellos tiene un impacto mayor sobre la salud reproductiva (infertilidad, malformaciones), y que las mujeres son las mayores encargadas de la gestión del agua y de la comida. Entonces es como mujeres proveedoras de cuidados que luchan y se organizan. El taller se acaba, platicamos con algunas talleristas e intercambiamos correos, esperando conseguir entrevistas.
Un grupo de madres de Ituzaingo, ubicada cerca de Córdoba, declaran sobre su situación durante un taller. Luchan en contra de la fumigación (liberación de pesticidas y gases contaminantes) que supone malformaciones y enfermedades graves entre lxs niñxs.
Esta problemática tiene mucha importancia en Argentina. Son numerosas las regiones contaminadas por megaproyectos y la agricultura intensiva (especialmente la soja) y las consecuencias sanitarias hacen centenas de miles de víctimas cada año. Los pueblos originarios son entre las primeras víctimas de esta situación. Una larga parte de estas comunidades viven de hecho arriba de napas de petróleo y de gas y sufren una represión feroz cuando tratan de defenderse de la expropiación o contaminación de sus tierras. Las mujeres de estas comunidades reprochan a los movimientos feministas de olvidarlas, y les piden apoyo y solidaridad.
Es finalmente durante el último taller que la discusión aborda un análisis ecofeminista de las luchas socioambientales. La constatación es la siguiente: las mujeres son las primeras afectadas por conflictos socioambientales, en el sentido que aquellos tiene un impacto mayor sobre la salud reproductiva (infertilidad, malformaciones), y que las mujeres son las mayores encargadas de la gestión del agua y de la comida. Entonces es como mujeres proveedoras de cuidados que luchan y se organizan. El taller se acaba, platicamos con algunas talleristas e intercambiamos correos, esperando conseguir entrevistas.
Volvemos a Plaza Mitre.
Instalaron una radio abierta, y mujeres de toda América Latina, así que una activista kurda, se suceden para hablar de la situación de las mujeres en su país, y de sus luchas. Platican acerca de la prohibición del aborto (solo Uruguay lo permite), las violaciones, violencias de pareja y feminicidios (en Honduras por ejemplo, una mujer muere cada 3 horas por el solo hecho de ser mujer), que son ocultadas, naturalizadas. Conforman colectivas de artistas, de trabajadoras sociales militantes, revolucionarias, de asociaciones, de partidos políticos o espacios comunitarios. Cuentan la rabio pero también las (pequeñas) victorias y sobre todo la esperanza que dan esos encuentros de 65000 mujeres reunidas por la misma causa. Entre ellas, una mujer Mapuche, Relmu Ñamku, toma la palabra. La van a juzgar dentro de unas semanas por haber tirado piedra a los vehículos de policía que la vinieron a desalojar de su casa en beneficio de la petrolera Apache, ahora YPF.
Al final del día, la gran marcha del encuentro arranca. Nosotras jamás habíamos visto algo parecido, pareciera que la ciudad pertenece a las mujeres… La muchedumbre se estira a lo largo de casi un kilómetro, y, al pasar, cubre las paredes de grafitis, cartelitos y pinturas. Las canciones y consignas son ininterrumpidas y se quedan bastante tiempo en las mentes. No nos cuesta imaginarlas como banda sonora del documental. Cristina Kirschner y el Papa son temas recurrentes, y descubrimos la canción “¡Ni una menos!”, creada en el momento de las marchas contra los feminicidios. La energía es realmente impresionante, imposible para lxs peatonxs no vernos. La idea que nos llega inmediatamente en la mente es : con 65000 mujeres, se podría hacer una revolución.