Día 1
Después de unos días en Buenos Aires, rumbo a Mar del Plata, ubicada a 800 km de capital federal. Vamos a presenciar el 30 Encuentro Nacional de Mujeres, evento feminista nacional que tiene lugar cada año en una ciudad distinta. Las organizadoras esperan más de 60 000 mujeres este año… ¡No nos lo podemos perder! En junio, las marchas contra los feminicidios juntaron miles de mujeres y hombres en todo el país, y el Encuentro seguro va a reflejar esa movilización inédita.
El acto de apertura del Encuentro tiene lugar en un estacionamiento cubierto, al costado del estadio principal de Mar del Plata. Hace dos días, la municipalidad negó a las organizadoras el acceso al estadio, donde iba a tener lugar la apertura, sin darles ninguna explicación. El estacionamiento es oscuro y sórdido y refleja bien el desprecio de las autoridades locales hacia este evento y los derechos de las mujeres en general. Pero en la apertura, la muchedumbre es impresionante, las mujeres cantan, gritan consignas y algunas tocan percusiones. Tienen banderas y carteles representando sus organizaciones partidarias, colectivas militantes o su ciudad de provenencia. Algunas también tienen fotos de mujeres asesinadas, y a veces las de los asesinos, sus esposos. La energía es tal que, al final, escuchamos menos los discursos que la muchedumbre.
Al fin de la apertura, nos vamos a la plaza Mitre, lugar central en esos encuentros. Las distintas organizaciones presentes tienen stands con folletos informativos, venta de remeras, pin’s adornados de consignas feministas, o DVDs y libros sobre género, educación popular, dictadura… Las mujeres pasean, se encuentran, charlan. Al final, esta plaza es un espacio de intercambio igual de importante que lo demás.
En la tarde, y la mañana que sigue, tienen lugar los talleres. Las temáticas son amplias y abarcan desde los derechos sexuales y reproductivos hasta las mujeres rurales, pasando por su lugar en la política, la economía o los artes.
Imposible hacerlo todo, al final asistimos a un taller organizado por Socorristas en red, una red de activistas que lucha por el derecho al aborto, apoya, informa y aconseja a las mujeres que deseen interrumpir su embarazo. Allí estamos, en el salón de clase de una escuela municipal. Una trentena de mujeres participan, nos sentamos donde quepamos, y el maté da vueltas. La mitad de las mujeres no es activista (se dicen “independientes”) y vienen a buscar información sobre las cuestiones de aborto, las demás son activistas en distintas organizaciones.
De hecho, el aborto es criminalizado en Argentina, a la excepción del riesgo para la salud o la vida de la madre, y de un embarazo fruto de una violación, lo que implica una tasa de mortalidad materna importante, una de las más altas del continente, esencialmente debida a abortos clandestinos.
Para una francesa, la legislación argentina tiene de qué asombrar. De hecho, las mujeres no pueden abortar libremente, pero el matrimonio fue abierto a las parejas LGTB en el 2010, y las personas trans pueden cambiarse de sexo en el estado civil sin tener que medicalizarse.
En realidad, esos avances son fruto de una historia social específica, de la movilización, de la comunidad gay principalmente, y de la oportunidad económica que aquella representa para un gran número de empresas. Al contrario, el aborto sigue siendo un tabú en un Estado católico donde la Iglesia conserva un peso importante sobre la familia como institución, y especialmente desde la elección de un Papa argentino.